viernes, 9 de marzo de 2012

The walking dead


Un sonido más alto de lo normal me levanta de cama. Vuelvo oír otro golpe que al parecer viene de la calle, me asomo por la ventana y veo que está lleno de zombies. En ese momento me doy cuenta que estoy en un sueño e intento no despertarme, seguir con morpheo y comenzar una buena casería.

Pienso que al abrir el armario ya no habrá ropa y estará lleno de armas... lo abro, ¡bingo! (me encanta estar en un sueño controlado).
Comienzo a armarme. Primero me pongo una ropa de camuflaje: pantalón, camisa, chaleco antibalas y botas. Cojo un cuchillo que bien podría denominarse un machete (es importante una buena arma blanca, no se encasquilla ni se les agota la munición), dos pistolas mágnum de las gordas, una escopeta recortada y un rifle automático. Todo bien regado de mucha munición de punta hueca. Cuatro granadas de fragmentación, dos de humo y me pinto la cara a lo Rambo.

Joder, esto tiene que pesar más de 30 kilos... pero qué coño, es mi sueño y en el estoy más cuadrado que Arnold Schwarzenegger en depredador.

Bueno ya estoy listo, abro la puerta y la cierro con cuidado para no llamar la atención. Tengo unas ganas locas de empezar a gastar balas como un loco disparado a todo lo que se mueva. Al bajar las escaleras tropiezo y caigo, me parto el cuello, muero y me despierto. Joder, vaya mierda de sueño pienso.

Al despertar oigo a mi compañero de piso:

- M - Muere puto zombie, ra ta, ta, ta, ta, ta.

Estaba soñando mi sueño el muy cabrón. El capítulo de The Walking Dead que vimos antes de acostarnos nos ha llegado bastante profundo a los dos al parecer. Lo desperté de la envidia que me estaba dando. Maldita imaginación...

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