domingo, 24 de junio de 2012

La chimenea


Pilar llegó a ese hotel de montaña apartado del mundo, del estrés, de la contaminación de la ciudad, de la su vida en definitiva. Había llegado dos días antes que su reciente marido porque él tuvo que aplazarlo debido a cuestiones de trabajo de última hora.

Se registró en recepción y pasó a la habitación. La decoración no estaba mal, un ambiente acogedor, colores cálidos y una pequeña pero bonita chimenea que le daba un toque muy romántico a ese lugar. 

La pareja llevaba tiempo queriendo alejarse un poco del estrés que generaban sus trabajos. Ella enfermera, el arquitecto. Se habían casado  hace un año después de pasar dos años de noviazgo. 

Pilar deshizo la maleta. Colocó cuidadosamente sus prendas en perchas y se dio un baño de casi una hora. Se sentó en el sofá del pequeño salón con el albornoz y volvió a mirar su móvil. Sabía que en ese lugar no había cobertura, que para realizar alguna llamada tendría que alejarse varios kilómetros para disponer de un poco de señal, pero seguía mirándolo como si ese gesto se hubiera quedado en su subconsciente. Encendió la tele e hizo zapping. La apago al no entender nada de ese idioma. Se encontraba inquieta, no sabía muy bien porque. Sabía que su marido llegaría pronto pero creía que se encontraba así por no saber de él durante tanto tiempo. Al fin y al cabo solían hablar por teléfono, verse, enviarse SMS casi ininterrumpidamente durante el día anqué fueran por intervalos de algunas horas en los momentos de trabajo.

Se vistió y bajo al bar que se encontraba en la primera planta del hotel. Tomó un café y volvió. Casi no había gente. Era época baja de turismo. Comprendió porqué habían conseguido una oferta tan buena.
Volvió a la habitación. Miró el móvil de nuevo, encendió la tele de nuevo, se dio un baño de nuevo. Revisó su bolso y comprobó que no había traído sus pastillas para dormir y el café que se había tomado hace una hora tampoco ayudaría a conciliar el sueño. Lo único que podía hacer era pensar.

Pensar puede ser más peligroso de lo que en un principio podría parecer. En la cabeza, no sé muy bien donde, se encuentran los sentimientos, los miedos, las decepciones y una realidad camuflada que nos gusta ignorar.

Tumbada en la cama, mirando al techo mientras la chimenea que acaba de encender calentaba la habitación, estaba Pilar practicando el peligroso ejercicio de pensar. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue su trabajo. No pensaba el trabajo que había dejado acumulado, no pensaba en los compañeros de profesión, solo pensaba que no quería volver. Intentando resolver esa cuestión se preguntó si el trabajo estaba bien pagado, si tenía unas buenas condiciones laborales, si el ambiente era bueno... todas las preguntas tenían repuesta positiva. Se tuvo que remontar hasta el momento en el que acabó el instituto y sus padres le pusieron una pistola imaginaria en la cabeza para obligarla a seguir los pasos de ellos y estudiar enfermería. 

Habían pasado los años en un suspiro. Habían pasado rápidos e intensos y eso está bien si lo que no quieres es pensar. No había tiempo para nada. Siempre había algo que hacer: trabajar, quedar con sus amigas, quedar son su novio o maridos según el momento en el tiempo, comunicarse con su móvil, viajar, visitar a sus padres, comprar la casa, amueblar la casa, limpiar la casa, enfadarse con su novio y reconciliarse con su marido, preparar la boda, comprarse otro coche...

Empezaba a entender que se encontraba tan rara en ese momento simplemente porque no  había tenido tiempo anteriormente para ejercitar su mente de aquella manera. Ahora pensaba en su marido. Se conocieron a través de una amiga del trabajo y todo fue rodado, casi sin darse cuenta ya vivían juntos en matrimonio en una casa bastante bonita diseñada por él. 

Ahora se cuestionaba todo. Al principio tenía ganas de que su marido llegará ya al hotel pero ahora tenía la extraña sensación de que lo que quería era no aburrirse. Notaba que era más un compañero que un amor. Alguien con quien compartir conversaciones, dinero y sudor. 

Las lagrimas comenzaron a brotar como una presa que acaba de fisurarse convirtiéndose en llanto desesperado al romperse del todo. Después de pasar toda la noche en velo, creía que no podría enfrentarse a su vida. No quería que llegara su marido, no quería volver a su trabajo, no quería explicarle a sus padres que quería dejarlo todo. 

Su marido llego a la mañana siguiente. Entró en la habitación. Estaba totalmente patas arriba. El colchón fuera de la cama, cristales rotos, todo tirada por el suelo y ella en el medio. 

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Toda chimenea, por muy bonita y confortable que sea siempre hecha mucho negro aunque no lo veamos. A veces hay que salir de la casa y mirar al cielo para verlo.

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