Vivo solo, y por suerte o por desgracia estoy acostumbrado a encontrar las cosas tal y como la dejo. Si dejo la loza sin lavar, al volver del trabajo la veré sin lavar, si no hago la cama, cuando me vuelva a acostarme en ella la encontraré deshecha. Bueno todo esto viene porque hace una semana me ha sucedido algo que... bueno, mejor lo cuento antes de intentar explicarlo, porque lo de explicar lo veo más difícil.
Lunes. Me levanto como cada comienzo de semana para ir a trabajar, desayuno rápido y dejo la taza del café y un plato pequeño en la mesa (como siempre) sin dejarlo en la pila ni mucho menos lavarlo. Al regresar por la tarde veo que no hay nada sobre la mesa y tanto el plato como la taza estaban perfectamente lavadas.
No le presté demasiada importancia, me imaginé que simplemente lo había hecho y no lo recordaba.
Miércoles. Después de ducharme por la noche cogí la toalla para secarme y estaba demasiado húmeda, llegando a estar casi mojada. Tuve que coger una nueva. Joder ya empecé a sospechar que alguien... no que va, imposible.
Jueves. Ya le pasaba el fecho a la puerta y dormía con un ojo abierto y otro cerrado. Mi cabeza empezaba a pensar demasiado y eso no es bueno.
Por la mañana, al bajar al garaje, subirme en el coche, arrancarlo y mirar por el espejo retrovisor para dar marcha atrás noto que el cristal está más bajo de lo normal. Solo yo cojo el coche, joder. Ya comencé a ponerme nervioso. No podía pensar que alguien entraba en mi casa, usaba mis cosas, mi coche...
Sábado. El sábado salí a tomar algo, necesitaba despejarme. Después de un par de copas y algo más de cervezas, cuando el alcohol ya había hecho más que efecto decidí volver a “mi” casa.
Al levantarme por la mañana el domingo veo que toda mi ropa estaba recogida y ordenada, la ropa con la que había salido estaba en la lavadora lista para tender, la loza de la cena estaba lavada. Joder, voy a llamar a la policía pensé. Me metí la mano en el bolsillo del pantalón y veo que una caja de tabaco sabiendo que no me gusta nada y nunca he fumado. Estaba decidió en llamar a la policía, no sabía quién me estaba jodiendo pero alguien lo estaba haciendo y bien.
Me dirigí al baño y al mirarme en el espejo había otra persona, una persona totalmente distinta a mí, pero era yo claramente, obedecía a mis movimientos y notaba mi tacto al tacarle la cara. Mi corazón iba a dos mil por ahora. Abrí la llave del agua fría y me lave la cara dejándome las manos unos segundos en la cara. Al abrirlas volví a ser yo.
Efectivamente cogí el móvil para llamar, y no precisamente a la policía, llamé a un psicólogo.
1 comentario:
Te entiendo, yo a veces tampoco me reconozco, por las cosas que hago o digo. A veces pienso ¿yo he hecho eso? ¿yo he dicho eso? Puffff que complicado.
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