Escena final.
La cámara se desliza lentamente. Penetra en la cafetería. Se
para en la entrada. Camareros y clientes se van cruzando dejando ver al fondo a
nuestro protagonista. Esta sentado en la barra sujetando una cerveza ya vacía con la mano derecha y la mirada sin alma atenta al suelo. Uno de
los camareros le devuelve el cambio. Una moneda de veinte centimos. Poco dinero
y es lo único que le queda en la cartera. No tiene dinero para coger ese tren que le
puede cambiar la vida y ya lo ha asumido y a su vez lo ha sumido en la tristeza.
Al girar la cabeza ve una máquina tragaperras. Mira su moneda que sujeta con
los dedos índice y pulgar y de nuevo ojea la tragaperras. Brillo en su mirada.
Esperanza.
Camina hasta la maquina e introduce parte de la moneda
hacienda una parada de unos segundos antes de soltarla, lo cual aumenta la carga
dramática. Golpea el pulsador. Los tambores giran. Siete rojo, siete rojo... Si
sale otro siete rojo mas ganará 80 euros. Suficientes para el tren. Campana.
Veinte sentimos menos.
El protagonista apoyado con ambos brazos en la tragaperras
mira a la cámara y dice: “La historia de mi vida”.
Fin de la película.
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