lunes, 30 de diciembre de 2013

Dame suerte

“Deme ese número de navidad  acabado en 24 y otro que usted quiera”.

Con esta frase, nuestro personaje ha intentado burlar a la suerte. Primero elige un número con el que suele jugar cada año y para confundir a la señora fortuna le pide a la lotera que elija ella misma cualquier un número al azar. Y así, nuestro protagonista cierra los ojos y esboza una sonrisa de ilusión creyendo que este año sí. Este año caerá un pellizco. Empieza a pensar que haría con el dinero. Comenta que no lo derrocharía, que seguiría viviendo igual y gastando lo menos posible. De hecho al llevar tanto tiempo en paro que ya se ha acostumbrado a gastar lo mínimo y su estómago no rechaza como antes las marcas blancas. Además, se ha dado cuenta que esas cervezas tan baratas, si están bien frías, saben muy parecidas a las que solía comprar.

Evita mirar los números que guarda doblados en su cartera porque cree que así se desgasta la suerte y prefiere ignorarlos. Incluso el día del sorteo, una vez pasado, suelta delante de sus amigos: “pues yo ni los he mirado. Eso nunca toca”. Mientras su estómago pide a gritos marcas de calidad y su paladar pide cervezas de que no sepan a agua residual.

Pero en algún momento tendrá que comprobar su fortuna. Tendrá que comprobar si sigue viviendo igual que hasta ahora pero con la cuenta bien abultada o si seguirá viviendo como hasta ahora casi sin cuenta. Se decide. Camina hasta esa administración. Del otro lado de la calle le saludan pero no se da ni cuenta. Solo piensa en una cosa. Cambiar el papel del boleto por un papel de colores que llamamos dinero.

Entra en la administración. Le da los dos números a la lotera después de doblarlos lentamente mientras espera la cola de almas esperanzadoras. La lotera mete los dos números en esa verdadera máquina de la verdad. La mujer lo mira. Él la mira. La mujer mira al marcador donde se indica el primero. Él mira ese electrónico. Sus ojos se abren de par en par y dice… “Deme ese número del niño acabado en 24 y otro que usted quiera”.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Mierdas del siglo XXI

Ya teníamos ganas de cambiar de siglo. Estábamos aburridos de utilizar el mil novecientos y como todo en nuestras vidas, si lo usamos mucho, nos aburre y lo tiramos o nos casamos con ello. Ya casi que estamos aburridos de este pero ya todo es diferente.

Vivimos en el siglo en el que hay adelgazar y para ellos nada mejor que comer en un plato pequeño para engañar a nuestro cerebro para que crea que es más comida y nos sacie antes. Puse un billete de diez euros en un plato pequeño y después de mirarlo diez minutos mi cerebro no había sido engañado, es más, cada vez me parecía menos. Vaya timo.

Este será el siglo de los libros de autoayuda porque ya no hay quien nos ayude y solo podemos tirar de lo "auto" para buscar consuelo. Busqué en todas las librerías un libro de autoayuda para autoayudarme a creerme toda la mierda que cuentan en ellos pero nunca lo encontré. Vaya timo.

Y seguí navegando por el siglo del futuro, el siglo en el que llegaremos a Marte y descubriremos más exoplanetas en el  universo. Yo solo veo que nos gastamos cantidades desorbitadas en otros planetas y ni un puto duro en este. Seguimos pensando en putones y saturnos y seguimos cargándonos el planeta tierra que está mucho más cerca. Vaya timo.

El siglo de la gran globalización, que ha grandes rasgos significa que si hay éxitos económicos en algún lugar del mundo eso se extrapola a todo el  mundo pero no nos habíamos leído la letra pequeña donde ponía que pasaría exactamente lo mismo con las crisis. Vaya timo.

Vaya timo.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Emocionate

Tus ojos se abren y se perfilan mas redondos sin poder parpadear. Tu boca repite el ejercicio y en la apertura deja enterar el asombro. Sientes algo. Te saca momentáneamente de tu estado de letargo. Te alegra. Te enfurece. No te deja indiferente. Tu respiración se para unos segundos sin saber muy bien el porqué. Es la gota que colma el vaso y hace que se desborde por tus ojos en forma de lagrima. Una carcajada que no se puede detener. Saltas de tu asiento. Te deja inmóvil. No te permite estar parado. La piel se eriza y contagian a los pelos.

Eso... eso es una emoción. Disfrútala de cada una de ellas.